Conseguido el derecho a sufragio para las mujeres en 1949, el movimiento feminista entró en una etapa de desarticulación y desmovilización que fue denominada "silencio feminista" por Julieta Kirkwood. Así, desde los años '50 las mujeres comienzan a unirse a las secciones femeninas de los partidos políticos y a los sindicatos, quedando las demandas de género subsumidas en el proyecto de la izquierda, donde la lucha principal fue la de la clase social.
Sin embargo, la irrupción del golpe militar, en 1973, marcó un antes y un después para las mujeres, quienes asumieron el protagonismo en la lucha contra la dictadura militar que se instaló en Chile por 17 años. En un principio, las mujeres se organizaron para mantener la vida, surgiendo grupos dedicados a defender los derechos humanos y a palear la crisis de subsistencia ante la reestructuración neoliberal llevada a cabo por el régimen militar. Comenzó así a articularse un movimiento compuesto por mujeres de izquierda, cuyo objetivo común fue la recuperación de la democracia.
En los años 80, las organizaciones de mujeres se multiplicaron, al mismo tiempo que comenzaron a generar procesos de reflexión y toma de conciencia acerca de la identidad femenina y los desiguales roles de género en la familia y en la sociedad. De este modo, el feminismo comenzó a instalarse como plataforma de lucha dentro de las organizaciones de mujeres.
Una agrupación que fue pionera en la reflexión propiamente feminista fue el Círculo de Estudios de la Mujer, fundado en 1979 por un grupo de mujeres profesionales para ocuparse del estudio y difusión de la condición femenina. Dentro de este grupo estaba Julieta Kirkwood, socióloga que sentó las bases teóricas del feminismo y que, a su vez, impulsó la acción movimentista en los años '80. Por ejemplo, fue precursora del Movimiento Feminista, organización que articuló la lucha feminista contra la dictadura militar y que, bajo el lema "Democracia en el país y en la casa", afirmó que era necesario acabar con el autoritarismo tanto a nivel público como en el espacio privado del hogar, la familia y la pareja.
El año 1983 fue clave para el feminismo chileno, ya que el Círculo de Estudios de la Mujer fue expulsado de la Academia de Humanismo Cristiano por los contenidos que difundían sus publicaciones, hecho que derivó en la disolución del Círculo y en la formación de dos espacios feministas diferenciados: la Casa de la Mujer La Morada, orientada fundamentalmente a militancia feminista, y el Centro de Estudios de la Mujer (CEM), dedicado a la producción de conocimiento en temáticas de género. Ese mismo año, Elena Caffarena y Olga Poblete apoyaron la refundación del Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH '83), que esta vez funcionó como una coordinadora que aglutinó a diversas organizaciones femeninas opositoras al régimen militar. Asimismo, en agosto de 1983, se desarrolló una de las protestas más emblemáticas del Movimiento Feminista, cuando una treintena de mujeres ocupó las escalinatas de la Biblioteca Nacional, en Santiago, desplegando un lienzo que decía "Democracia Ahora. Movimiento Feminista".
El feminismo chileno de la época de la dictadura no estuvo exento de tensiones internas. A medida que se iba perfilando con más claridad la salida negociada a la democracia, se fue acentuando el disenso entre "feministas" y "políticas" en torno a las estrategias de acción para enfrentar la transición. Para las primeras, la militancia política y la opción feminista eran excluyentes, siendo necesario fortalecer el desarrollo del feminismo como movimiento social autónomo. Las segundas, en cambio, sostenían que no era una contradicción combinar la militancia feminista con la partidaria, siendo su pertenencia a los partidos una oportunidad para involucrar a las feministas en las luchas políticas generales. Con todo y pese a los conflictos internos, el movimiento feminista de la segunda ola mantuvo su unidad ante el objetivo común que era recuperar la democracia y combatir la opresión de las mujeres.