Con innovadora metodología se digitalizan mapas del AN
Un total de 25 mapas de grandes dimensiones, elaborados entre los siglos XVIII y XX, fueron digitalizados gracias a un proyecto desarrollado por la Dirección de Transferencia e Innovación y el Centro de Estudios Históricos de la Universidad Bernardo O’Higgins (UBO), junto al Archivo Nacional Histórico (ANH) y la Unidad de Conservación y Restauración del Archivo Nacional (AN).
El trabajo significó una metodología para la reproducción y posterior edición de los planos, utilizando equipos fotográficos específicos, luces led y distintos softwares de edición, incluido uno que utiliza la NASA. “Tuvimos que ir solucionando problemas en el camino y tomando decisiones, esa es la fortaleza del proyecto”, expresa de Soledad González, historiadora y encargada de la iniciativa, quien trabajó junto al documentalista Richard Bezzaza, ambos profesionales del Centro de Estudios Históricos de la UBO.
La investigadora agradeció el apoyo del equipo del ANH, a su coordinador Luis Martínez, y a los profesionales Jonathan Segovia, Miguel Carrasco y Renier Muñoz, quienes entregaron toda la información necesaria para la implementación del proyecto.
Entre las cartografías seleccionadas del ANH están la primera traza urbana de Tongoy; el diseño de los puentes proyectados sobre los ríos Cautín, Quino y Quillén; el proyecto del camino carretero entre Angostura y Serón, y los planos de Carahue y sus alrededores, del mineral de San Agustín de Guantajaya y alto se San Simón, de la población de Guayacán, de América del Sur y de la Biblioteca Nacional, entre otros.
Destacan, de manera especial, dos grandes mapas de Antonio O‘Brien, que datan de mediados del siglo XVIII, y uno de los cuales constituyó un gran desafío para la digitalización. Precisamente, la iniciativa tiene su origen en el propósito de Soledad González y Richard Bezzaza de elaborar un documental sobre Antonio O´Brien Brien (1720, Sevilla, España – 1780, Tarapacá, Chile), funcionario virreinal, metalúrgico y cartógrafo, quien elaboró planos del desierto, la costa, y de la Pampa y la Quebrada de Tarapacá, que entonces era parte del virreinato del Perú.
En el proyecto un paso previo fue el proceso de conservación, el que consistió en la estabilización de los mapas, iniciando con un diagnóstico que reveló que tenían polvo, desgarros y fragmentos faltantes. En el laboratorio del AN se efectuó la limpieza por ambas caras, reforzamiento de bordes, injerto de faltantes, entre otras acciones. “Lo más dificultoso fue que algunos planos tenían una capa de barniz, lo que fue debilitando el papel”, comentó Gina Fuentes, profesional de la Unidad de Conservación del AN.
Posteriormente, después de la digitalización los planos fueron enrollados sobre unos tubos forrados con papel de calidad e interfoliados, también con hojas de calidad, y puestos en telas amarrados con cintas, para después devolverlos a su respectivo depósito en el ANH.
La experimentación como método
En el proyecto Soledad González y Richard Bezzaza se encontraron con un desafió particular: un plano de 1,79 por 1,08 metros, que excedía la capacidad de los escaners existentes. Se trata del mapa de Antonio O´Brien de, correspondiente a la quebrada de Tarapacá en el tenientazgo o partido de este nombre, jurisdicción del corregimiento de la ciudad de San Marcos de Arica, que data del 20 de julio de 1766.
El primer intento fue fotografiarlo por partes y calzar las fotografías, pero el problema fue que no permitían observar los detalles del plano. Un segundo ensayo fue colocar la cámara en una jirafa (trípode) que se instaló a una altura que permitiese capturar, también, por partes el mapa, al que se le coloco un vidrio especial para disminuir los pliegues.
En este punto, Soledad González explica que para unir las imágenes se adquirió un software especial, un programa que utiliza la NASA para montar las fotografías panorámicas que el robot Perseverance envía desde Marte, y que permite integrar más de 300 tomas.
Sin embargo, las reproducciones salían distorsionadas, por lo que optaron por colocar el plano de manera vertical sobre una plancha de madera sostenido con pinzas. Richard Bezzaza tomó las fotografías con un cabezal de 360° que evitaba la deformación de las imágenes. Después, a través del software efectuó la edición en la que unió más de 100 tomas, un proceso que fue meticuloso y lento. “Esta es una ventaja al trabajar con el montaje de muchas imágenes, pues logras archivos de gran resolución, y las puedes también tener en un peso que no es excesivo”, señala González.
La historiadora comenta que una segunda parte del proyecto sería realizar un documental acerca de todo el proceso, ya que grabaron la conservación y la digitalización de los mapas y la idea es difundir esta experiencia.