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EL SER HISTORICO DE GABRIEL SALAZAR

Premio Nacional Historia 2006

EL SER HISTORICO DE GABRIEL SALAZAR

Publicado el 07/12/2006
La Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos y el Archivo Nacional homenajearon al Premio Nacional de Historia 2006, inaugurando la exposición "Gabriel Salazar, historiador del pueblo". Reproducimos a continuación el discurso pronunciado por el galardonado, quien se refirió a "nuestro ser histórico".

Gracias, María Eugenia, por el retrato seriado de mi largo trabajo archivístico. Gracias, María Angélica, por la pintura conceptual de mis diversas reflexiones teóricas. Gracias, Julio, por el perfil gremial que nos has entregado sobre mi trabajo profesional como historiador. Gracias por el esfuerzo y cariño puesto por ustedes en la elaboración y entrega de esos 'retratos' . Son tres pinturas distintas desde y para un mismo 'sujeto'. Al percibirlas, he tenido una sensación extraña: algo así como observar-se desde fuera de sí mismo. Como si se estuviera dividido. O desdoblado. O como un espíritu que, de pronto, puede echar una mirada póstuma, post-mortem, sobre sí mismo. Sobre sus múltiples 'sí mismos'. Y en verdad, de cada uno de nosotros podría hacerse una galería de retratos. Y cada uno podría recorrer-se, paso a paso, como los cuadros de una exposición. Es una sensación que insta a filosofar. A reflexionar sobre el hecho de que uno es uno, pero a la vez, muchos (tantos como perspectivas sobre uno puede haber). Y a lo largo del tiempo, más aun. Es el problema - o el misterio - de la historicidad. Y de la existencia. La historicidad hace de la existencia una multiplicidad, y de cada sujeto, una muchedumbre. Este problema ya lo había planteado Aristóteles cuando hacía la pregunta: ¿cuándo existió, realmente, Sócrates? ¿Cuando era un niño observador, pletórico de talento, lleno de futuro? ¿Cuando era un joven estudioso de los viejos pergaminos, de las enseñanzas de los sabios? ¿Cuando, estando casado, tuvo problemas con su mujer, Xantipa? ¿Cuando enseñaba a los jóvenes de Atenas y multiplicaba sus discípulos? ¿Cuando, en el orto de su vida, al condenarlo, le hicieron tomar cicuta? ¿O ahora mismo, que estamos recordándolo y tratando de definir su verdadero 'ser'? ¿Cuál de ellos fue, o es, el verdadero Sócrates? ¿O el Sócrates real fue la unión dialéctica de todos ellos? La verdad es que uno, cada uno de nosotros, a lo largo de su propia existencia, no es sólo 'uno', sino 'muchos'. Y cada uno de estos muchos no es, necesariamente, igual a los otros. Podemos ser distintos. Incluso, contradictorios consigo mismo. Yo tengo un amigo - en rigor, un ex amigo - que cuando joven era rebelde, revolucionario, odiaba la fuerza policial, amaba a los estudiantes, le encantaban las 'tomas' de la Universidad e incluso asaltaba bancos (para financiar la revolución). Treinta años después, ama la policía, invoca las leyes legadas por la dictadura y odia los alumnos que se toman la Universidad. Son dos retratos contradictorios de un mismo sujeto. Son dos sujetos en pugna por su unidad. Su historicidad incluye, por eso, una división, un conflicto y una dialéctica interiores. Y allí está el problema de cada uno: ¿cómo, dentro de ese conflicto, se puede atrapar el 'verdadero' ser para sí mismo? ¿Cuándo se es? ¿En el 'siendo', en el 'haber sido', en el 'seré? ¿En el tardío y póstumo 'ser todavía'? El problema no concluye allí. Porque uno no sólo es muchos sino que, además, uno continúa siendo en otros. Multiplicándose en otros. Es el problema que planteaba Hegel: el hecho de que uno, como sujeto, se 'objetiva' en los actos que se realizan, en las creaciones que se modelan, en los hijos que se engendran, en los libros que se escriben, en lo que uno enseña y queda como huella en la memoria o la conciencia de sus alumnos. Lo que uno hace impacta en los otros, y permanece en ellos, adherido como recuerdo, como huella objetivada. Y así se continúa 'siendo' más allá de la propia existencia, persistiendo en el tiempo y en la historia. Ya no como persona de carne y hueso, sino como recuerdo, influencia, impacto, o presencia. O sea: como parte fáctica de un proceso. Es lo que tiene en mente la nueva generación de estudiantes de Historia, que examinan la Historia Social y, sobre todo, el quehacer de los historiadores que la escriben, y lo hacen trascendiéndonos hacia atrás, hacia abajo y hacia arriba, para discernir a qué proceso real pertenecemos, de dónde venimos, a dónde vamos y, sobre todo, qué van a hacer ellos mismos con la huella que nosotros hemos implantado sobre su propi