El Combate Naval de Iquique, es un suceso histórico que tiene diversos niveles de lectura:
Desde el abordaje de Arturo Prat al Huáscar como un acto temerario para intentar revertir el curso de los acontecimientos y la mantención de la bandera chilena en la cima del mástil como reflejo que la rendición no tenía cabida, para la tripulación, elevaron al "Almirante Prat al panteón de los Héroes Nacionales" y a la corbeta Esmeralda como ícono de que David puede vencer a Goliat. Esa mítica leyenda se hacía realidad en las aguas del sur del océano Pacífico, donde una modesta nave de madera ya vieja se imponía, inesperadamente, a un acorazado blindado varias veces más grande.
¿Cómo se había llegado a producir tal acontecimiento?
La crónica es conocida, iniciada la guerra contra Perú y Bolivia por parte de Chile un miércoles 5 de abril de 1879, las autoridades nacionales movilizaron la Armada Nacional hacia el norte, con el propósito de controlar las vías marítimas por las que circulaba el comercio del los países sudamericanos del Pacífico e intentar frenar las maniobras de la Armada del Perú que era ampliamente superior a la fuerza naval chilena. Sin embargo, desencadenados los hechos desde las primeras horas de la mañana del 21 de mayo hasta pasado el medio día en que La Esmeralda se hundió, el resultado de la jornada le mostraba al Perú que sus pérdidas humanas y de poderío naval le hacían imposible contrarrestar una derrota militar a manos de Chile.
Del hito dieron cuenta la prensa de la época y los telegramas que en su lenguaje cortado, informaban de lo sucedido. En el Archivo Nacional Histórico se conservan hasta hoy dichos telegramas y uno en especial se refiere al Combate Naval de Iquique y que en recuerdo hoy presentamos su original y transcripción.
Pero la gesta de Prat fue posible gracias a componentes menos épicos, pero que sin duda contribuyeron a la victoria de Chile en la Guerra del Pacífico. Comparativamente a lo que mostraban Perú y Bolivia, Chile había logrado construir en las primeras décadas del siglo XIX un Estado en forma que en la década del setenta mostraba visos de madurez evidente. En ese mismo sentido, la crisis económica que se experimentó a fines de los años setenta impulsó a la elite nacional buscar el control de las inmensas riquezas salitreras que ya estaban siendo explotadas y que la demanda mundial por abono agrícola presagiaba ingresos cuantiosos para financiar la modernización del país.
Los años posteriores a la Guerra de Pacífico de muestran que los recursos de los que dispuso el país fueron de tal magnitud que permitió la construcción de las vías férreas, numerosas obras públicas como hospitales, puentes, caminos, puertos, la construcción de escuelas que aumentó la cobertura escolar primaria. La migración hacia Antofagasta que pasó de 5.384 habitantes en 1875 a 21.213 diez años más tarde y a Tarapacá de 39.255 a 45.086 en el mismo periodo estimuló el progreso de la agricultura de la zona centro y sur del país.